miércoles, 18 de septiembre de 2013

Responsabilidad individual versus colectiva: Hannah Arendt


Cartel de la película Hannah Arendt
«Donde todos son culpables, no lo es nadie [...] Siempre he considerado como la quintaesencia de la confusión moral que en la Alemania de la posguerra aquellos que estaban completamente libres de culpa comentaran entre ellos y aseguraran al mundo cuán culpables se sentían, cuando, en cambio, sólo unos pocos de los criminales estaban dispuestos a mostrar siquiera el menor rastro de arrepentimiento.»
            De H.A. Responsabilidad personal en la dictadura 1964

La película de Margaret Von Trotta sobre H.A. (definida a sí misma como pensadora de la Teoría Política más que filósofa), pone de nuevo en boga ese espinoso asunto de la responsabilidad moral del individuo.
Leemos en Wikipedia que Hannah Arendt consideró que el proceso contra Eichmann que cubrió como  corresponsal en Jerusalén, se habría realizado correctamente y que vio jurídicamente irrelevante la defensa que quiso disculpar su responsabilidad en tanto que “ruedecilla en el enorme engranaje del aparato burocrático”.  «Durante el nacionalsocialismo, todos los niveles de la sociedad oficial estuvieron implicados en los crímenes.», v.gr. las medidas antisemitas que antecedieron a los crímenes en masa y que fueron consentidas en todos y cada uno de los casos «hasta que se llegó a un punto en el que ya no podía pasar nada peor.». Los hechos no fueron realizados por «gánsteres, monstruos o sádicos furibundos, sino por los miembros más respetables de la honorable sociedad.». Por eso señala a los que colaboraron y siguieron órdenes proponiendo preguntarles no «¿por qué obedeciste?», sino «¿por qué colaboraste?».


A esto le puso un nombre con una expresión que traería cola: “La banalidad del mal”. Y trajo cola porque una trivialización de su razonamiento condujo a ser acusada de relativizar la monstruosidad de los criminales concretos y más sobresalientes, en aras de repartir ésta entre muchos más colaboradores, incluidos ¡ay! algunos rabinos, asociaciones o autoridades judías, intentando furibundamente éstas poner sordina sobre cualquier sombra que nublase su comportamiento de ocasional colaboración si no de silencio en que un engranaje perverso tal pudiera abrirse camino sin aparente dificultad en la Alemania de entreguerras.


Esa tensión aún prevalece, siendo incluso H.A. tachada de antijudía por algún que otro poderoso lobby judío (de NY sobre todo) hasta extremos de calumnia o aplicándosele la medicina autoritaria de mal recuerdo cual fue la censura (si no la quema directa) de su producción en el país a que dio origen la exitosa propuesta sionista de creación del estado de Israel con la que ella misma simpatizó.



Burmeslstein durante la entrevista de Jot Down
Una entrevista en la publicación Jot Down al hijo del rabino B. Murmelstein, responsable judío del gueto de Terenzin que antes había estado al frente de la oficina de inmigraciones judías de Viena fundada por Eichmann, así lo corrobora. En ella arremete contra esta mujer mostrada según él “como heroína” por el filme citado, cuando “esa discípula del nazi Heiddeger” puso tierra de por medio “cuando otros arriesgaron quedarse para salvar vidas” aunque ello supusiera la de sacrificar a otras.  Se refería a la experiencia de su padre, objeto de un documental exhibido en el último Festival de Cannes con un hilo argumental que contrarrestaría el aura de traidor con el que por supuesta injusticia se le habría condenado por la historia. 


Portada del  comic Maus de  Spiegelman
Es importante señalar que la coherencia de H.A. es radical en lo que concierne a la responsabilidad individual de los actos y… también de los afectos y opiniones. Al reproche por su discurso presuntamente antijudío por desbaratar ocasionalmente los cómplices silencios sobre hechos que no podía aceptar desde ningún punto moral y que afectaban a la causa o miembros del llamado pueblo judío, estado de Israel incluido, afirmó con valentía que ella «no ama[ba] a pueblos sino a personas», lo que vale decir tiene una actualidad innegable.

Innecesario entrar en los pormenores de la polémica para ponerse al menos del lado de una honesta propuesta de apoyo al ejercicio de pensar, eje de una de sus más famosas exposiciones magistrales en sede universitaria que es recreada por la película. Sus libros “El querer” y “El pensar”, se sumergen en esa sima donde se llega uno a interrogar cuánto tiene que ver «el pensamiento como tal –la costumbre de investigar todo lo que ocurre o llama la atención sin tener en cuenta los resultados y su contenido especial– en crear las condiciones que impiden o que por el contrario predisponen a los seres humanos a hacer el mal».

[de mi contribución aparecida en el Boletín 12 de la ELP para el Foro "El Malestar en la democracia -Efectos políticos y subjetivos" del 28 de septiembre de 2013 en Madrid]