domingo, 12 de enero de 2014

'Inside Llewyn Davis' y “Todo Boyero”



Hablar de esta película de los hermanos Coen   en  "A propósito de Llewyn Davis" es hablar de un personaje que no existió pero que puede ser réplica de otro músico Dave Van Ronk que fuera compañero y después productor de grandes artistas,  y como tal “toda  una institución para las generaciones de músicos” de los años sesenta que pasaron por el célebre barrio Greenwich Village de Nueva York, Bob Dylan y Joni Mitchell entre otros, metáfora del  perdedor que deja finalmente paso a otros folk singers que como los citados despuntarían ya definitivamente, encontrando al fin su momento, el que se le hurta aún al ‘loser’ protagonista de la historia.

Pero también es hablar ¡ay! del modo en que la crítica “divina” trata toda obra de directores consagrados que bajan al ruedo de las “películas sencillas” o con pretensiones menos espectaculares. Esto viene a cuento de la crítica que sobre esta película escuché de Carlos Boyero en El País TV,  ese autoerigido demiurgo, pese a sus engoladas protestas en contrario relativas a su “soy una persona normal” o “genuina” (sic), expresiones soberbias donde las haya, la primera por replicar con mohín de falsa modestia contra la presupuesta exaltación que se le deba o esté acostumbrado a escuchar, la segunda por retirar de golpe toda discrepancia por “fatua” o no consistente por “inauténtica”.

Desde hace algún tiempo en los programas de  Carles Francino (ahora en La Ventana de la SER de las tardes del viernes), ese mayestático “Todo Boyero” como se titula la sección, ya se nos propone de entrada circunscribirnos a su Persona –así con mayúscula-, más que a la crítica buena o mala que pueda elaborar de las películas que presumiblemente son el objeto de la admiración de sus fan. Estos en sus llamadas telefónicas parecerían dispuestos a reforzar su ego con preguntas tales como “quisiera saber qué le parece a C.B. esa película que a mí me gustó tanto” como buscando un ‘placet’ suplementario al gusto o disfrute que pudo tener con la misma, no fuera que se le hubiera escapado algo que al iluminado y genuino C.B. no, gracias a sus especiales cualidades de genuinidad.

Pero es el caso que, o bien los achaques de la edad (por utilizar una expresión a la que recurre mucho él mismo), o bien el agotamiento de un retórico abuso de mucha legítima dosis de provocación (papel que desempeñó durante largos años en el diario “El Mundo”, al alimón con la supuesta heterodoxia, en realidad refugio  variopinto de muchos anarco-derechistas de todo pelaje, asfixiante medio del que en justo reconocimiento debió tener que huir como el humorista Forges), hacen que como vino a insinuar el escritor  Javier Marías sin citarlo expresamente en su sección semanal del EP, sus “críticas” versen básicamente en si le “removió las entrañas”, le “arrancó alguna emoción”, si le “importaba algo lo que le contaban”,  si tal como lo hacían “lo dejaban indiferente”, si… Si se le añade además ese popular aderezo sobre la independencia ni casamiento con nadie, particularmente con el cine español o supuestamente intocables “vacas sagradas” del mismo, se tiene ya entonces a medio auditorio ganado.

El subjetivismo como brújula suprema de referencia, como categoría de idoneidad del comentario crítico esbozado, de la auténtica verdad a tener en consideración. Todo lo demás serían pedantes esfuerzos de objetivación propias de aspirantes a ensayista fieles a modas valorativas o peor aún, a simples y vacuos recursos a terminologías en alza en cada época: De ahí sus persistentes campañas contra molinos imaginados, como el de la “visión progresista”, “el cine iraní”, la banalidad del uso de “buenismo”, “epifanía”, y otros signos (cielo santo) de la decadencia del acto “responsable” del ejercicio de comentar, que no debe contar más que con decir “de verdad”, lo que verdaderamente “se siente”: ¿Tan largo recorrido en la historia del pensar, para llegar a esa barata tautología de negar al lector la información que realmente tiene este hurtado conocer si no es duplicándole su esfuerzo, cual es que le hablen de los objetivos del director en esta película, los antecedentes, el mecanismo de su puesta en escena y guión, o la resolución estructural de una historia, todo ello claro está sin reventárnosla pero no reduciéndose a si al crítico le emocionó o no?

Porque claro, le emocionan a C.B. “absolutamente” películas como la larguísima, lloricona y previsible "La vida de Adèle", y otras que no recuerdo ahora, que desde dicha subjetividad radical le “puedan haber llegado muy hondo”, pero a la vista de esta y otras super-emociones y desencantos experimentados, uno llega a la conclusión de que más vale ir a verlas, eso sí dejando a un lado dichas radicales exaltaciones o diatribas, tanto da, no sea que las decepciones o sorpresas sean mayúsculas. Si se quiere disfrutar con ese contraste de pareceres subjetivos, adelante, pero que luego no nos resintamos del vaciado impune de nuestros bolsillos... Buscar la información que se reclama del crítico presumiblemente especializado que trabaje duro con su labor, no es ponerse a la cola a que alguien nos diga qué le pareció, desde la privilegiada atalaya con que ahora cuenta en EP dentro de la rigurosa jerarquía de críticos, hasta el punto de ser quien una y otra vez, ya sea en Cannes, ya en Venecia, pueda ser el enviado especial destinado a quejarse de lo que se aburre soberanamente ahora en ellos, y a ejercer de cascarrabias sobre el cine de ayer y de ahora, salvo ¡ay menos mal! “honrosas excepciones”.

Carles Francino en "Todo Boyero"
Y volviendo a ‘Inside Llewyn Davis’ no podré ejercer de crítico pues del cine solo soy un espectador, pero al desafuero de calificar C.B. a esta película de solo con “destellos”, alguna atmósfera ”inquietante”, un personaje por el que no puede tener “interés” (sic) por caerle “antipático” y del que no le importa pues nada, debo contraponer que con medido misticismo y humilde factura, los hermanos Coen retratan sí una atmósfera, no solo sus destellos, pero también un personaje que resulta creíble y como razonablemente real, sin grandes alharacas y efectos especiales musicales, es cierto, pero que entretiene e incluso hace sonreír, como con la anécdota del gato. Que no se “emocione” nuestro crítico estrella, no debiera esta vez sí –y todas las demás veces tampoco- importarnos un bledo: No se trata al acudir a la crítica con que nos topemos casi siempre con el mínimo esfuerzo de “análisis” cual es reunir las palabras adecuadas con que resumir la fibra sensible que le haya afectado en lugar de la más o menos elaborada reseña cinematográfica que en justo derecho es lo que buscamos los que indagamos en la sección experta de cine: Presumiblemente debiera hablar ésta de las películas, no de esa interacción subjetiva con las mismas por muy Gran Líder de la Crítica Independiente ni por más que "sin pelos en la lengua" (me recuerda a los reality shows...) pase a regalar los oídos de la audiencia también en este frente con esa cosa tan “rompedora” como es desfacer gustos y supuestos mitos con solo expresar los suyos propios: Un seguimiento así no sería más que papanatismo.