miércoles, 28 de abril de 2010

Creonte vs. Antígona. La memoria histórica y Garzón.

Los huesos, los huesos…¡Qué nos importarán ahora los huesos de hace tantos años! ¡Qué ganas de reabrir viejas heridas!¡Puro guerracivilismo!
El escritor holandés Cees Nooteboom en su libro citado en la anterior entrada "Desvío a Santiago", dedica sus páginas 287 a 297 al enfrentamiento entre Creonte y Antígona de la tragedia griega de Sófocles, sugerido por la visión que tiene en uno de sus viajes por España (1987) de funerales y entierros dados a asesinos y víctimas del terrorismo de ETA en los años de plomo de la Transición. Por ello afirma:
Desde que Sófocles lo escribió [Antígona] todo el mundo se ha ocupado del contenido de este drama; las exégesis –puramente filosóficas o en forma de poesía, drama, ópera- construyeron una catedral de escritos y comentarios de Creonte y Antígona que se seguían unos a otros y se contradecían. Legalistas, adoradores del Estado, anarquistas, cristianos viejos y nuevos, Hegel, Kierkegaard, Brecht, Espriu, Annouilt, Holderlin, Honegger, Gide, Maurras, Heidegger, todos ellos han sacado sus propias conclusiones de estas poco más de treinta páginas de texto del siglo V a.C., y estas conclusiones cambian con los tiempos y los espíritus.

Antígona según Frederic Leighton (1830-1887)

Hay hechos actuales que remiten a ese drama. Cualquier obra del griego Sófocles puede dar cuenta de cuanto dilema humano y político nos ofrece la realidad presente. Y no lo es menos el caso que da título a esta entrada.
Tras setenta años, que ya es tiempo para que pueda hacerse sin rencor alguno y sin producir desconfianza en el “otro bando” afectado, y a cuenta de la memoria histórica y la apuesta por dar visibilidad a sus familiares muertos en circunstancias que se creen con razón injustas, han procedido los herederos testigos del estigma de ocultación en que han desarrollado sus padres o abuelos sus vidas, a reivindicar un compromiso de los poderes públicos por desenterrar los cadáveres producto de ejecuciones sumarias y acciones arbitrarias en la retaguardia de la Guerra Civil española o tras haber acabado ésta, y que yacen en cunetas o fosas comunes. Emulando un signo de los tiempos en la jurisprudencia internacional, que exige a los estados que salden sus cuentas con el pasado reconociendo hechos y haciendo balances que miren al futuro (condiciones que se ponen por ejemplo a Turquía respecto al genocidio armenio, las realizadas en Sudáfrica con las comisiones de la Verdad, en Argentina o Chile juzgando a sus dictadores...), piden “recuperar los huesos de sus seres queridos” para honrarlos con un postrer tratamiento digno, que si no los consuele finalmente, sí al menos los rehabilite en la memoria colectiva con un relato común a todas las partes..
A este respecto, es curioso cómo el trágico drama de Antígona, dibuja un desarrollo de esa pretensión de justicia histórica con mimbres tan similares a los que se tejen en la actualidad en la contienda del Estado a través de sus instituciones (léase Creonte) contra Garzón, que quiso intermediar por las víctimas (léase Antígonas), que no puedo por menos que reproducir el esquema que de esa tragedia hace Nooteboom en su libro [o ver también el excelente resumen en wikipedia]:

[…] Los hijos de Edipo (que éste engendró en su madre Yocasta), Eteocles y Polinices, han expulsado de Tebas a su padre ciego (que se ha sacado los ojos al descubrir que fue él quien mató a su propio padre y tomó como esposa a su madre). Edipo maldice por ello a sus hijos, que han decidido gobernar juntos su propia ciudad. En la lucha los hermanos se matan entre sí. Su tío Creonte, hermano de la suicida Yocasta, se convierte en el rey de Tebas. Al ser Polinices quien atacó la ciudad, Creonte prohíbe que su cadáver sea enterrado. Es un traidor a la patria, el cadáver debe seguir tirado hasta que perros y buitres lo devoren por completo. Creonte representa el Estado, su orden es ley. Frente a él está Antígona, hija de Edipo, quien también había acompañado ya a su padre en el destierro a Colono; una ley distinta, la de la religión y la de la “naturaleza”, que debe rendir a los muertos el último honor y darles un lugar de descanso en la tierra, porque de otro modo tendrán que seguir errando y nunca encontrarán descanso. Creonte ha implantado para la transgresión de su prohibición la pena de muerte, Antígona ha anunciado que ella ignorará la prohibición. Ambos están presos en sus posiciones, ambos se hundirán en ellas.

No deja de ser chocante que no descuidara siquiera Sófocles la suerte que corren actores digamos que secundarios del drama, cual es el caso de Ismene, hermana de Antígona, de quien Creonte sospecha (condenándola a muerte), pese al desacuerdo entre ellas por el respeto a la ley mostrado por la primera en sus demandas de rescatar a Polinices del escarnio de la prohibición a ser enterrado, de la forma digna que invocan en razón de la “razón natural de las cosas”, negándose la segunda a ser enterrada junto a aquélla...

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